domingo, 7 de junio de 2015

Vergüenza

Será por temor a perderte que no puedo rehusarme a intentar una vez más llamar tu atención a pesar de conocer anticipadamente tu respuesta que siempre es la misma, ignorando absolutamente lo que tengo para ti. Pero, ¿por qué lo haces? ¿Por qué no simplemente me mandas a la mierda? ¿Por qué no solamente me terminas de asesinar? 

Hay una espera, existe un tiempo determinado, me encuentro pernoctando a solas en un pasillo ajeno a mis recuerdos donde dejo caer mis pesadillas al suelo, desbordándose por el suelo, ensuciando mis lágrimas, iluminando espantosamente las paredes de recuerdos que no se vuelven a repetir. Me siento débil cuando observo ese panorama. No soy yo, no me logro reconocer. ¿Desde cuándo me volví débil? ¿Desde cuándo me volví tan idiota?

Y no llegas, no apareces, no simulas interés. 

Me recuerdo a mí misma caminando con apuro a tu encuentro, oh sí. Cada tarde de verano. Hasta noche. Viento fresco recorriendo mi cuello, colándose por mi ropa y el cabello desordenado. Era feliz. Tú eras feliz. ¿Por qué carajos dejamos de querer ser felices?

Vengo esperando una señal de respuesta, algún motivo, alguna casualidad, tal vez un empujón del destino. Tú no te acercas más, decides alejarte, desaparecer, ocultarte, seguir retrocediendo. No puedo hacer mucho.

Es por eso que hoy me toco la cabeza con las yemas de los dedos, trato de crear el mejor de los diálogos con tu nombre en medio de cada frase. Sin poder callarlo más comienzo a escupir uno a uno cada sentimiento, cada enojo, cada pieza sinsentido que te ganaste de mi parte.

Ya no leo sobre ti. Ya no sé nada de ti. Me dejo guiar por las millones de dudas e interrogantes que cada segundo se empeñan en caer sobre mi dignidad, cagándola, haciéndola más lamentable, más vergonzosa de traer puesta.

Siento deseos de gritar ahora mismo, mientras todos duermen. Gritar a la vida, gritar a la dignidad, gritar a lo inexistente, gritar a mis sueños rotos. Luego esconderme en las profundidades de los más oscuros pensamientos donde podré hacer vida sin temor a fallar más, sin temor a ser una vergüenza más, sin inseguridad, sin mis sentidos.

Me levanté a mitad de un sueño. Di un paso, dos, tres. Me detuve y lloré. Lloré sin motivo, derramé lágrimas vacías, gemí improperios sinsentido, mi garganta me hacía parecer un personaje de una película antigua. Nada. Nada salía.

No quiero que me observen. No quiero que me toquen. No quiero que me piensen. No quiero que me recuerden. Cambiaría todo ello por un día sin sentir deseos de huir, sin deseos de encerrarme en mí, sin deseos de maldecir, sin deseos de perder la dignidad una vez más.

Un día, dos, tres, ya pasó un mes, dos meses, sigues lejos. A la mierda. 








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