lunes, 4 de marzo de 2019

happiness

Hace unas semanas comenzó a ocurrirme algo que siempre recordaré por toda mi vida.

Y lo recordaré porque fueron unas semanas angustiantes. Me sirvió para valorar el sentido de la responsabilidad que muy descuidado lo tenía.

¿Se imaginan que de un momento a otro te enteres que estás albergando vida dentro de ti cuando recién intentas construir tu propio camino en la vida? Entiendo que para muchas mujeres esto puede resultar magnífico, pero no era mi caso.

No tomé la pastilla y cada vez que lo recordaba, unas tremendas ganas de golpearme por idiota me invadían. ¿Cómo pude dejar que esto me pasara a mí?

Sucedió como a los tres días. Jamás olvidaré ese color rosa que solo me indicaba una cosa, esos mareos, ese cansancio, esa pequeña molestia.

Los siguientes días fueron la completa tortura. En parte porque yo soy de esas personas que detestan tener que acudir al médico. Y yo ya sabía que había una alta probabilidad de que él especialista solo me confirme las enormes sospechas de mi positivo. No lo quería aceptar, así que huí. Huí lejos de esos consejos de acudir al médico. No quería escuchar lo que me iba a decir. En mi mente aún tenía un treinta por ciento de probabilidad de un negativo, así que lo aposté todo a ello. No quería volver la noticia en realidad y eso iba a pasar en el momento en que el doctor lo diga en voz alta: que estaba esperando un bebé. Este hecho aún no era cierto mientras nadie me lo dijera en voz alta, así que no lo busqué. No busqué la oportunidad de que alguien me lo diga con todas sus palabras. Eso no era cierto porque no podía serlo.

Me enfermé más y más cada día. La angustia puede ser un enemigo muy poderoso.

Me alejé de todas las personas. Me alejé de la realidad. No quería nada que tenga que ver con la realidad. Yo seguía en mi negación. Pero una pequeñísima parte de mí me decía que me cuide, que lo cuide, que mi estado de ánimo no le hacía bien. Aún así, otra parte de mí hacía lo que quería porque quería que esta realidad no confirmada se convierta en nada y sea eliminada.

Tenía miedo, así que no permitiré que alguien me juzgue por mis pensamientos. Solo trato de desahogarme y confesar mis sentimientos por este medio.

Yo no lo quería.

En un par de ocasiones le hablé a la luna hermosa desde mi posición en la Tierra, tan solo para pedirle que esto no se dé. Que yo no podía encargarme de esta responsabilidad. Que me ayudara a que no se vuelva cierto.

Habían también momentos en los que me ponía sensible y sentía que la estaba cagando. Que no podía ser tan malo. Que podía hacerme cargo. Que tal vez esto podría animar a mi familia. Un nuevo miembro, ja, ja, ja, qué tal. Tal vez podría cuidarlo, tenerlo para mí porque sería muy lindo.

Pero conforme más me adentraba en mis fantasías de cómo sería encargarme de una vida nueva, el miedo aparecía para bajarme de mi nube y la caída era siempre dolorosa. Me asustaba, me ponía ansiosa, no podía respirar bien y me entraban náuseas finalmente.

Me pasé así muchos días, todo febrero del presente. El peor mes de mi vida. La espera para poder finalmente hacerme un test que sea confiable era tortuosa. Se supone que debía esperar hasta el 25 de febrero.

Tantos días hablándole a Jay, diciéndole que yo solo quería que él sea mi único bebé, que no quería a nadie más. Que no estaba lista para ver mi vientre como las de esas chicas que se volvían madres.

La preocupación era pan de cada día. ¿Cómo mierda se puede vivir así?

¿Se imaginan lo duro que era para mí el resignarme a tener algo que me ligaría por siempre a alguien que no amaba en absoluto? Por eso no podía aceptarlo tan fácil. No lo iba a dejar. Y me convencía así cada día, como un puto recordatorio, que no iba a tener a su hijo. Yo no. Esa persona no iba a ser yo. No lo iba a permitir. Sea como sea yo no iba a dejar que él me convierta en la madre de su descendiente. Porque de dejarlo, eso significaría que nunca me podré alejar de él, que siempre estaremos unidos de alguna u otra forma. Él siempre iba a estar ahí, siempre iba a tener que ver con él. Nunca iba a deshacerme de él. No podía dejar que eso pase tan fácilmente.

Lloré mucho. El 11 de febrero llegué a mi límite. Lo maldije y maldije a lo que sea que me haya implantado esa noche. Cada una de mis lágrimas de ese día tenían sus nombres y maldije la injusticia. No podían hacerme esto. No podía pasar esto. Yo no lo quería. Me tomó casi media hora salir del baño de ese centro comercial, pues mis ojos ya no estaban tan hinchados ni rojos.

Fue horrible porque me cansaba rápido, me sentía hinchada y pesada. Y temía mucho.

No tenía idea de que yo misma me estaba causando esta tortura con mi estado de ánimo. Yo misma me provocaba esas molestias. Todo fue mi culpa; todo estaba en mis manos.

Les decía mirando hacia arriba que ellos eran conscientes de que no lo iba a lograr. Que este no era el momento. Que si hacen que esto pase ahora, no lo lograré y que ellos lo sabían. Y muy bien.

Fueron semanas duras, sin contestar mensajes, desapareciendo de todos lados. Si no fuera por todo el material que encontraba en YouTube, creo que no iba a sobrevivir. Esa plataforma me salvó de una sobredosis de pensamientos de todo tipo: "Overthinking kills your happiness", fue algo que leí por ahí. Y yo no quería perder lo poco de felicidad que me quedaba. Me aferré a ella y esa plataforma de videos me ayudó en el proceso.

Cuando los días se me iban acabando y el primer mes llegaba, la ansiedad fue mayor. Nuevamente traté de aferrarme a la esperanza, con youtube despejando mi mente. Si me estresaba o preocupaba más, podía afectar a que mi periodo me venga si es que ese treinta por ciento era la opción ganadora.

Ese domingo lloré mucho. Ese domingo 24 de febrero que jamás olvidaré. Me revivió la esperanza.

Durante semanas me arrepentí de una sola cosa: conocerlo.

Por eso, luego de haber pasado por toda esa tortura, te digo que nunca más.

No volveré a cometer el mismo error. De esta pude salir bien, mis ánimos volvieron, mis ganas de salir, de ver a las personas, de visitar y salir con mis amistades, mis ganas de responder mensajes, mi salud, todo se me fue devuelto tal y como yo lo pedía día y noche: "Por favor, haz que todo vuelva a ser como antes de conocerlo".

No sé quiénes vayan a leer esto en algún momento, solo puedo agregar que antes de juzgarme, podrían tratar de ponerse en mi lugar. No considero que alcanzo la madurez adecuada para poder hacerme cargo de una responsabilidad tan seria como lo es traer una vida a este mundo. Así que considero que mi comportamiento, mi reacción y mis acciones fueron las adecuadas considerando mi situación actual.



Me preguntaste si había algo más aparte de la razón falsa que te dí para que te alejes de mí: Ya te la narré en todas estas líneas.

Nunca más volveré a pasar por una situación así. Tenlo bien por seguro. Adiós.