viernes, 25 de diciembre de 2015

Mixed feelings

Me refugio en las cosas simples que otorga la vida en su afán de hacerme sentir inútil ante los retos que me pone en frente. Y me gusta ese refugio. Es cómodo, ligero, callado, íntimo, lejos de todo el ruido de los problemas.

He de recordar estas fiestas como una de las que jamás se borrarán de mis recuerdos, lastimosamente.

Las sonrisas, los abrazos y los planes a futuro fueron cambiados por visitas al hospital acompañando a la persona que más amas en este mundo.

Qué loco todo. Ahora es que voy recordando cómo me he degenerado este año, hago mi balance y me doy asco. He errado. ¿En qué estaba pensando? Es así que vuelvo a meterme a ese refugio, donde ninguno de los reproches que me tienen preparados me va a poder alcanzar.

Quise huir, quise muchas cosas. Quise subir al bus y dormirme bajo 17 horas de mi música favorita tan solo para ir a su alcance, pero no me lo permitieron, no lo logré. Permanezco aquí, metida en este lugar, esperando ansiosa cada mañana para poder preguntarle cómo se siente. Pero la respuesta nunca logra dibujarme un rayito de esperanza en el pecho. Se siente frío.

Tengo miedo. Quiero llorar. Ahora lloro y no sé qué soñaré esta noche: Si será algo tan o más horrible que el sueño de hoy. Y tengo más miedo.

El dolor es agudo y atraviesa mi cráneo, las preocupaciones no son cómodas en épocas que se supone uno debe ser tan feliz. Pero no lo estoy. Me siento tan mal. No sé qué pasó.

Una mirada hacia el pasado, aquellos días donde solo sonreía y todo se solucionaba. No había soledad, no había preocupación, no habían deseos de que todo mejore, pues todo iba tan bien. Pasa eso y las ganas de llorar aumentan, mientras sigue lloviendo allá.

Para ya, por favor.