viernes, 15 de enero de 2016

Lo más profundo, lo más aberrante

La mente de un ser humano puede quedar tan atrofiada por nada y luego por mucho, ¿no? Lo menciono porque hace un buen tiempo conocí la otra cara de la red y quedé tan asqueada, tan desesperanzada, tan decepcionada, tan enferma con esos seres que se esconden bajo miles de capas en la oscuridad.

Antes le temía a los entes del otro mundo; luego me explicaron que más miedo debo tenerle a los vivos.

Antes le temía a las personas que transitan por la calle, personas de mal vivir, con costumbres insanas y sin escrúpulos para dañar; ahora entendí que más miedo no debo tenerle a ellos mismos, sino a sus mentes.

El ser que piensa, que razona, que planifica, que construye ideas, fantasías, actos a futuro, ese ser es el más peligroso. La mente es la más peligrosa. Terminé temiéndole a su mente.

Cuando mencioné que terminé asqueada de todo, no fue una expresión más para darle énfasis y amarillismo a esto. Me dieron náuseas conforme cada episodio, cada relato, cada imagen iba avanzando, pasando, escuchándose.

Es asqueroso ver cómo esto se nos ha ido de la mano. Fue así que el hombre se vuelve su propio enemigo y ahora está a punto de matarse, de mutilarse, de enfermarse, de contaminarse, de fumarse esa pipa llena de esencias de las más insanas que de alguna extraña razón le provoca placer y adicción.

Cada vez que mencionan su nombre, un miedo empieza a percibirse y recorre uno a uno cada nervio de mi cuerpo.

Tengo miedo a pensar, pues millones de ideas pasan por mi cabeza y no puedo soportarlas. Quiero que salgan de mi cabeza, hacer como que nunca supe de ellas, nunca conocí ese lugar, nunca vi esas imágenes, nunca sentí sus gritos hacerse realidad nítida e insonoramente en mis sentidos.

Ojalá ellos no pensasen, ojalá ellos no hubieran desarrollado la habilidad de la hilación de ideas. ¡Qué grave error el de la naturaleza! Te equivocaste y ahora te retractas dentro de cada uno de nosotros, los indignados. Sin embargo, esta indignación no alcanza. Y es triste.

Aún existe y no dejará de existir por mi repudio ni mis insultos, ni mis ganas de llorar de terror.

Me seguiré escondiendo en esta vida relativamente sana que llevo. Seguiré haciendo oídos sordos a lo que pasa tras la pantalla de mi ordenador. Asustada y perdiendo más la fe en la humanidad, con las ganas de regurgitar naciendo de nuevo, aun con el conocimiento que infinidad de enlaces anclados en aquella irónicamente súper conocida surface siguen actualizándose para el delirio de sus buscadores deseosos de abolir sus incontinencias más perturbadoras.

Yo estoy muy agotada de esa mierda.