sábado, 11 de enero de 2014

"Un caballo, un caballo, mi reino por un caballo"



Anoche había de ser una bella noche.

Iba a conocer a grandes actores, iba a presenciar una puesta en escena de calidad, iba a ver una obra de Shakespeare. En el teatro.

Salí tarde.

Salimos tarde.

Estaba furiosa con todo el mundo.

El carro hasta el óvalo de Miraflores demoró como si el mundo se fuera a terminar en cien vidas más de él.

La función era a las 8:00pm y llegamos a óvalo a las 7:50pm. Terrible error.

El taxista fue un imbésil que ni sabía qué era La Plaza.

En verdad creí que era una dirección muy aparte del C.C. Larcomar pero resultó que ahí mismo había un teatro. Sucedió así:

Bajamos del taxi y con un ánimo de mandar a la mierda al taxista, bajamos frente al hotel Marriot. Yo estaba hecha un alma en pena puesto que ya era 8:05pm y no tenía idea de lo que iba a suceder así que decidí ir a las bancas del C.C. a mirar al océano llevarse mis penas por fallarle a mis planes demostrándolo con humillantes lágrimas llenas de rabia y pesar.

Mi mamá me demostró una vez más de dónde heredé ese privilegio de cumplir lo que me propongo y arrastrándome me hizo bajar las escaleras del C.C., en contra de mi voluntad.

Yo estaba horrible, no sabía si el maquillaje seguía decente para una noche como esa, mis ojos los suponía rojizos e hinchados levemente y mi semblante... no quería ni verme a mí misma.

Esperaba mucho de aquella noche, sin embargo pasó demasiado. Y ahora lo recuerdo y simplemente siento deseos de haberme visto y burlado de mí misma mientras todo ello sucedía.

El tipo de la entrada nos hizo pasar a la salita de espera para el ingreso al teatro, ya ahí otro flaco nos dijo que teníamos que esperar cinco minutos antes de ingresar a nuestros asientos. Bacán, pensé por dentro, aunque por fuera luchaba con el hecho de que iba a ingresar, ¡IBA A INGRESAR!, y estaba hecha un asco.

Ok, pensé. Me llega.

Nos llamó y bajamos las escaleras en silencio, esperó un instante en la puerta antes de abrirla, prendió una linterna (que no tengo idea de dónde sacó) y pasamos.

Y ahí estaba él. El gran Miguel Iza realizando el monólogo de Ricardo III.

No me llegué a fijar cuánto del acto nos perdimos, puesto que apagué el móvil al ingreso.

Pero nos ubicamos lo más delicadamente posible y mucha suerte tuve yo de no haberme tropezado al querer ir de esa manera (como suele pasar).

Y aún con los ojos ardiéndome y el cuello tieso por las emociones innumerables vividas en una sola noche, logré reafirmarme, al menos temporalmente, solo para disfrutar la obra.

Conmovida me sentí, en alegría rebocé, hacerse chiquito mi corazón lo percibí.

Y pensar que estaba dispuesta a perdérmelo. Conocer a Pietro Sibille.

Ohputamadre, yo amo a ese hombre desde años que lo sigo por sus apariciones en pantalla chica y grande... pero verlo frente a mí, tan genial, tan artístico, tan guapo ((?)

Ok, ok, pero son mis gustos.

Y dos veces se colocó frente a mí. Y si no fuera por la duda que me da la miopía que sufro, juraría que me miraba wn.

Y el señor Iza, antes del término del primer acto, donde Ricardo asciende al trono, pasó por mi lado señores, tan absorto en el personaje. Y luego al inicio del siguiene acto volvió a hacerlo y yo solo volteaba tres segundos (los deliciosamente suficientes) y volteaba mi vista al escenario.

Y prosiguió.

Oh, madre mía, Haydée Cáceres fue tan perfecta. La actitud al pronunciar cada palabra de su guión fue hermosa. Me convenció bastante. Bueno, es Haydée Cáceres. Es una capa.

Y srsly yo hubiera deseado haber salido a las 6:00pm, haber tomado el tren, haberle dicho al taxista 'solo llévenos a Larcomar', caminar con tranquilidad, no haberme puesto ghei y engreída, ni llorado.

Pero son cosas de mi vida que suelen pasar.

Al término, con la muerte de Ricardo, el discurso de Richmond, salen los actores.

Las palmas del público amenazaban con no terminar. Y yo esbozaba, sin fijarme, una gran sonrisa de triunfo por haber llegado a verlos.

Lucían tan felices ellos también. Supongo que la vida de un actor no es de las más cómodas pero sí que te reconforta el alma observando el deleite florecer en tanta gente a causa de tu arte.

Al salir solo quería llegar a casa y disculparme con mamá por el lío de antes.

Y la vi nuevamente.

Estas últimas noches salía tan opaca, tal vez amarillenta con suerte y si no, pues no salía.

Creo que desde que terminé mis días de trabajo no la había visto relucir tan blanca.

Mi luna, mi bella y única luna.

Diciéndome siempre: 'Todo estará bien'.

Buenas noches, apoye al teatro, apoye al arte.