Quiero decirle a alguien para salir.
Pero no cualquier salida, no.
Quiero que salgamos y decirle que no me pregunte nada.
Quiero que nos vayamos lejos y en algún fresco y despreocupado lugar sentarnos.
Quiero que sin interrogarme pueda acceder a que me preste su hombro.
Quiero que sin palabras, frases e interrogantes estúpidas, melancólicas y cliché, me deje llorar en paz.
Eso, quiero llorar sin razón.
Pero no quiero llorar sola.
Necesito de un extraño para que le dé vida a mis lágrimas.
Necesito de un hombro para que le dé consistencia a mis penas sinsentido.
Necesito su silencio para aprobar el mío.
Necesito de su vitalidad para robarle algo de ella e inyectarla en mi inerte existencia.
¿Puedo?
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